jueves

Papel para fumar



Tu piel es de papel y mis manos son tijeras, pero tranquilo no me temas, no te tocaré; y ¿sabes? Me siento bien, me gusta sonreír al mundo, consolarme entre las barras de los bares, hacer incipientes insinuaciones, y no siento que me sientas tan leve, si quiera pienso en ti cada noche, no me supuro en sociedad, ni paso de coche en coche como un pobre animal, y escribo con mis dedos sobre tus lunares, me pierdo entre las faldas de mis acompañantes, pero te miro a ti, y entre mi movimiento, te deseo, tanto, que podría decir que te quiero…
Me vuelvo a consolar entre lamentos, lamentando si esto existe, lamentando el desconcierto que se expresa en el puro movimiento de lo que podría ser un acierto. Tú marcas los límites, yo los repaso con mis dedos, y tus lunares se vuelven eternos cuando no puedo tocarlos, y en realidad, cuando puedo, me doy cuenta que puedo cubrirlos tan solo con un dedo; y me sumo en la oscuridad de tu anhelo, de mi anhelo, del anhelo de las cosas que deseamos con alma y cuerpo, del consuelo, mi consuelo, el saber que existes solo para darme un concierto, del suplicio del sonido del ladrar de los perros, del maullido de los gatos negros que se esconden en los tejados, de los chistes malos, de los tutores del huérfano…


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Exquisita la textura de tus piernas, cartón satinado donde te dibujo y desdibujo con las manos, donde te repaso, donde me borro cuando me enfado y donde gasto folios y folios para recomponerte cada mañana, cuando nuestra triste historia pasa de la gloria al infierno sin aliento, al rojo vivo, bajo fuego, cuando de nuevo los sueños me han jugado malas pasadas, cuando me advierten de algo, y llega el día en que ya no diferencias, qué es ira, qué es pereza, qué es costumbre o simpleza, qué te hace estar enfadado, triste, abatido, ofendido y cansado. Ya no sabes, no diferencias, ¿qué es que sientes e inventas?, ¿qué ocurre si sueltas las riendas? Y te rindes, y demagógicamente sucumbes, y te hundes para volver a saltar, y saltas tan y tan lejos que ya nada será igual, y si lo comprendes como una nueva oportunidad, estás salvado y salvarás a los demás, eso sin duda; porque no nos engañemos, la vida no se termina cuando se cierra el ojo, ni cuando se estira la pata, siquiera cuando se lleva puesta la mortaja, y entonces, ¡¿para qué desperdiciarla antes?! Si tiempo para morir tenemos mucho, a capricho; y se siente, pero vivir, se termina para siempre…

Me siento Santa Teresa un domingo por la mañana.

recomendación, fuera prejucios!