jueves

En la longitud de un día

.
.
.
.











“Tirar pedradas al cielo a ver si caen las estrellas”,
y pasé la noche entera metiéndolas en bolsas de la compra, despedazas, hechas harina, masa de empanada divina…
Estelas premeditadas se disfrazaban de versos, trasformaban la lejanía de -aquello- que se vuelve –esto-, eran piedras molidas, palabras inverosímiles hacían turno de paracaídas,
limaban lo que ya no era verso
haciendo agua del tiempo,
los segundos eran largos y densos
envolviendo la destreza del supuesto,
y yo allí callado, y muy quieto, permanecía escondido en la intensidad del progreso, y bailaba extravagante en la noche callada, y hacía música con mis pasos y con mis palmas; pero no era suficiente, nada funcionaba, las estrellas seguían cayendo en una ilustre tormenta dorada, los perros se escondían dentro de sus casetas, los grillos, en las macetas, los gatos, en las chimeneas y las niñas con coletas saltaban afuera.
Se hizo la madrugada y sentía el ansia treparme por la garganta, el cielo vacío deslizaba mis silbidos en lúgubres madrugadas donde siempre hace frío, donde la cómoda se llena de polvo y las miradas no suenan; patricidas moscas rondaban la nevera, y cupido ha debido de perder todas sus flechas; yo me asombro, porque pienso en el tiempo; en el trágico suicidio de un sonido; en los ecos que se pierden de mis propios chasquidos… en los suburbios, y en los niños.
Pero me abarca el zumbido, comienza la mañana, mis ojos no se cierran porque no les da la gana, el agotamiento me quiebra, y aún así, no quiero nada, porque no estoy solo, y solo tú me acompañas. Tengo amigos a patadas y nunca les doy las gracias…
Oye, a todos, GRACIAS.
Y sobre todo a ti, Mada.

Pero me siento rodeado y solo, converso con mi situación que me envuelve en un todo y navego por mi mente que cae por mis hombros hasta la catástrofe del codo.

La ineptitud es la vacuna, porque de no saber nunca nada,
nunca nada te quiebra
y nunca nada te da la espalda.

Y ahora el sol se ha abierto el pecho y luce con todo su cuerpo descubierto,
todos sus miembros,
comienza el calor a acariciarme el pelo,
comienza el sol a darme besos,
a susurrar mi contorno con sus dedos desnudando mi vacío y dejando solo eso,
solo eso.

Es cierto, ha caído mi ego,
pero si busco en la mochila seguro que lo encuentro…
No tengo rencor, no me cabe en el pecho, tengo que guardar un sitio para cuando llegue correcto, no tengo ninguna prisa mientras me quede aliento,
y mientras pueda respirar todo estará perfecto.

“Adiós” y al Viento.

2 comentarios:

solmatinal.blogspot dijo...

Di que sí, nada se olvida, todo se guarda en paquetitos de memoria que en ocasiones es bueno rescatar de la mochila. Respira, siente, vive, sólo eso. Si miras todo con una nueva mirada encontrarás la verdad, sería tan fantástico como tener memoria de pez.

Me apetecía transmitirte esto, así simplemente, sin más.

Nunca tengas prisas.

Anónimo dijo...

y veo que solo te ves
hermetico te vuelves con sed
sed de fuerza por fuerte ser

defiendanse de los probables
hazlo si lo crees recomendable

defiendete de los posibles
pero no llores cuando se haga tarde

o hazlo, llora si eso a mi hombro despues hara acercarte

porque este capullo siempre estara para escucharte