jueves

Aguas del templo



Entre tanto abrió al camino correcto.

O eso creía cuando empezó el invierno; pero ahora, con tiempo, pausado y más concreto se detiene ligeramente para descansar su proyecto; ahora tiene dudas, pero conoce con toda debilidad y eficacia cada sustancia que le compone,
añade y no absorve, siempre cuando conversa un movimiento extraño de cejas que le hace sentir más seguro,
y juro que por un momento me hizo flaquear sobre todo lo que sé y lo que pienso...

Pero ahora, él nada en el desconocimiento,
cree que la fe es solo placebo,
que no existe tal aura que recubra su cuerpo,
que la suerte no salva
y que el pasado,
solo sirve para reconstruir lo olvidado.


Le proyecta lo adverso,
le comulga y desprecia al mismo tiempo,
reza en su nombre y le abraza cuando está contento, pero como siempre, solo dura la séptima parte de un paseo, la quinta de una conversación, la mitad del desconcierto, un mínimo momento,
y sabe dios!
por qué
sin razón,
se metió en esa historia de la religión...

Pero ahora se determina con los ojos abiertos, sonríe, mira al frente y acompaña su sueño con otros de su calaña en un local de la avenida Italia.

Yo, no me lo creo.

No creo que su aspiración se encuentre entre los muertos, ni que las conciencias silbantes, silenciosas y siniestras al reglamento, puedan sacarle de su temible desconcierto;
no creo que Dios pueda solventar sus complejos, ni borrar de su existencia todos sus desaciertos.

Ahora abre su camino cada mañana dirigiéndose difunto y confiado,
exprimiendo su amplitud en lo agotado y exiliando su pensamiento,
pensando, que así, se evita sufrimiento.

Ahogándose en las aguas del templo,

Dios es un niño huérfano que ya no salva a su pueblo.

1 comentario:

distante.espejo dijo...

¿y qué se ofrece en el circo?